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Muere, cabrón americano

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Mensaje por Shalazar Lun Jun 07, 2010 10:05 pm

Este mensaje fue originariamente posteado por Enkydu en el anterior foro de DreamLand. Puedes ver el tema original pulsando aquí.

El molesto ruido del teléfono rezumbaba en los oídos de aquel tipo, que, medio dormido, y con una bonita chica al lado, se incorpora un poco de la cama para coger el teléfono:

“¿Diga?”
“¿Robert Johansson?” La voz que oía al otro lado del aparato era calmada, susurrante. Llevaba años en Japón, pero aún le costaba comprender algunas palabras, sobre todo cuando hablaban muy bajo. Esto, incluido al sueño que mostraba, respondió:
“Sí”
“Miyazaki-sama quiere verle esta noche, Johansson-san”
“¿Miyazaki-sama? ¿A estas horas de la mañana? ¿Qué demonios quiere el viejo ese ahora?”
“Solo me han permitido comunicároslo, Johansson-san. Quiere verle ahora mismo”
“Tardaré unos minutos. ¿Dónde ha dicho que quiere verme?”
“En el restaurante de siempre, Johansson-san”
“Muy bien. Iré en seguida”

Se sentó en la cama, y buscó la botella de agua que tiene siempre en su mesita de noche. Mostró, entonces, un cuerpo bien formado, músculos tonificados por años de gimnasio. En su ancha espalda, un gran tatuaje: un dragón, enroscado y mirando a un tigre, y a su alrededor figuras mitológicas. En la base del tatuaje, en caracteres japoneses, se leía “Respeto y honor”. Bebió un trago y buscó su ropa con la vista, puesta encima de la silla, frente a la mesa del ordenador. Giró su cuerpo, y zarandeando a la chica, le dijo:

“Tú, puta, despierta. Te pago y te largas”
“¿Mmh? Pero cariño, aún es temprano, sabes que te puedo seguir haciendo disfrutar”
“He dicho fuera, ya. Coge tu ropa, y cuidado, que tengo vigilado todo lo que hay en la casa”

Rápidamente, la chica que estaba allí, se vistió, se arregló, se calzó y esperó por su dinero. Con desgana, buscó en su cartera el dinero acordado, para dárselo y que se largara de una vez.

“Espero volver a verte, guapo”
“Permíteme que lo dude”

Con un portazo, dio la vuelta y se vistió, casi como todos los monótonos días desde que tenía memoria: pantalones negros con una camisa blanca y americana negra. Como complementos, una corbata negra, y un reloj en su mano derecha, acostumbrado desde pequeño a llevarlo ahí. En su mano izquierda, el único adorno era un anillo, una alianza, con una fecha grabada, y los nombres “Joseph y Rebecca Johansson”.

Se peinó rápidamente, e intentó agarrar en sus bolsillos el paquete de tabaco. Lo había terminado. Detestaba quedarse sin tabaco. Tendría que hacer una parada.

Cogió las llaves de su coche, y bajó a por él. Negro como la noche, lo abrió y se subió en él. Arrancó, y puso la radio. Tenía que enterarse de las noticias de la noche. Nada interesante. Buscó otra cadena, y encontró algo de música en inglés. Algo que podía entender bastante, y en ese instante llegó al supermercado que frecuentaba. Paró un momento, dejó el coche en marcha, y salió de éste, dejando la puerta abierta.

Entró al supermercado, y vio a un chico, de unos diecinueve años, de pelo negro y ojos plateados. Era el mismo que siempre estaba durante las noches. Estaba libre, y era el único, junto con una chica que estaba ocupada, que atendía en la tienda. Se acercó con paso firme, y, por primera vez, se fijó en la placa que llevaba en su pecho, que ponía un nombre: “Nayara, Andoku”. Un momento después, le dijo:

“Un paquete de tabaco rubio” El chico, en seguida, se dirigió a donde estaba el tabaco, seleccionó uno y se lo entregó. Después, con un tono seco y respetuoso, dijo:
"Aquí tiene señor...Espero que vuelva pronto"

<> pensó Robert. Entregó el dinero, encendió un cigarrillo y volvió a su coche. Cerró la puerta y volvió a su camino, cigarrillo en mano.

Consiguió aparcamiento a una manzana del restaurante. Sabía que era un gran restaurante, y no iba a conseguir sitio más cerca. Bajó y cerró el coche, no sin antes colocarse la pistola en la funda del torso, y caminó en dirección al restaurante. No le supuso ningún problema la gran cola que había formada, porque conocía al portero.

“Hanako”
“¡Johansson-san! ¿Viene por asuntos de trabajo?”
“Miyazaki-sama quiere verme aquí ¿Está dentro?”
“Sí, pero si yo fuera tú tendría cuidado, no tiene cara de buenos amigos hoy”
“Gracias por la recomendación, Hanako”

Le dejó pasar, y fue directo a la sala VIP. Al tal Miyazaki le gustaba el lujo a más no poder, y tenía el poder para ejercer ese lujo. Robert tocó tres veces la puerta, cuando oyó un garraspeante “pasa”. Abrió la puerta corredera, y en la sala solo se encontraba un hombre, de unos sesenta y tantos, con poco pelo, y una pequeña perilla canosa. A Robert le pareció raro el no encontrarse ni siquiera con las rameras que a él tanto le gustaban. El asunto debía ser serio. Se acercó a la mesa y con una reverencia, saludó:

“Miyazaki-sama, muy buenas noches”
“Sí, sí, a ti también Johansson”
“¿Cuales son los asuntos por los que quería verme, Miyazaki-sama?”
“Por supuesto, por supuesto. Pero antes déjame invitarte a sake”
“Sabe usted que no bebo”
“Por favor, insisto. No sea descortés, por favor…”

Según la cultura japonesa, la descortesía es algo que no se debe perdonar nunca, así que, aún de mala gana, aceptó. Brindaron, y echaron un buen trago. Realmente, Robert fingió beberlo. Teniendo en cuenta las contestaciones y la expresión que tenía, era muy probable que le hubiese hecho algo al sake

“¿Sabes Robert? Hace poco me han venido ciertos rumores”
“¿Rumores, Miyazaki-sama?”
“Sí. Rumores de que tengo un espía entre mis hombres… es algo que me ha hervido la sangre estos días, sobre todo por las revueltas que he tenido últimamente contra Yamamoto, entiendes, ¿no?”
“Por supuesto. Ha sido un dolor en los cojones estos últimos días”
“Exacto. Y he estado pensando, buscando quién puede ser. Porque, además, Yamamoto está usando gente americana”
“Se lo he dicho, una patada en el c… ¿Cómo ha dicho, Miyazaki-sama?”
“Lo que has oído, Robert. Me hierve la sangre que sean occidentales los que vengan a tocarme las pelotas, y más si tengo a uno de ellos dentro de mi grupo”
“Miyazaki-sama, usted me ha criado desde pequeño, sabe que mi padre le fue leal hasta la muerte ¡usted mismo lo enterró! ¿Cómo voy a ser capaz yo de traicionarle?”
“Dímelo tu, Robert”
“Nunca lo haría, Miyazaki-sama”
“Espero que tu palabra sea la de un hombre con honor, porque por esta vez te creo. Pero como sepa que tú…”
“¡MIYAZAKI-SAMA!” Entró un joven, ensangrentado, corriendo “¡YAMAMOTO Y SUS HOMBRES ESTÁN A TRES MANZANAS DE AQUÍ, HA MUERTO KUSAJISHI, Y LOS DEMÁS ESTÁN ENZARZADOS EN UN TIROTEO! ¡HAY MÁS HERIDOS Y MUERTOS, TIENE QUE VENIR EN SEGUIDA!”

<> Robert se levantó de un salto.

“Yo voy. Miyazaki-sama, no sé si confía o no en mí, aunque hay algo que me hace pensar que no. Sin embargo, verá como estoy a su favor cuando le traiga la cabeza de Yamamoto en bandeja de plata”

Inclinando la cabeza a modo de aceptación, Miyazaki-sama le dejó marchar. Subió rápidamente a su coche, y llegó a la zona del tiroteo. Por el camino, consiguió arrollar a tres hombres que no pertenecían a su “clan”. <>. Aparcó dando un derrapazo, y abrió la puerta del coche. A modo de escudo, se protegía tras él.

Los disparos silbaban en la noche, mientras caían unos y otros se levantaban para seguir apretando sus gatillos. Robert había conseguido una buena cobertura, y había heredado la habilidad de su padre para el disparo, así que hacía muchas bajas en el enemigo.

Llegó un momento en que el cargador se había acabado. “Mierda!” gritó. Se cubrió tras la cobertura, para recargar la pistola que tenía, cuando de entre las sombras una figura se apareció delante de él, apuntándole con una pistola. Un anciano, completamente calvo y con un cano bigote, vestido totalmente de negro con una corbata roja.

“Vaya vaya, quién tenemos por aquí ¿eh? Ni más ni menos que al Tigre Americano del Dragón Rojo. Y va a ser un tremendo placer que yo mismo lo liquide”
“Ya…Yamamoto…” Robert sonrió “Te crees muy importante, ¿sabes? Y realmente no vales para mucho. Aunque, la verdad, me deshonra que seas tú quien me mate. Debería darme unos azotes, o incluso matarme yo mismo por ello” Mientras pronunciaba estas palabras, el americano iba recargando poco a poco la pistola.
“Hey, hey. Las manos quietas, cerdo americano. Ahora, reza lo que sepas antes de ir al infierno, como todos los demás” Cargó la pistola, con un simple movimiento de pulgar. Robert entonces comenzó a reír “¿De qué te ríes, miserable escoria?”
“Je, je. ¿Sabes cuál es la diferencia entre los americanos y los japoneses?” Al no haber respuesta, comentó “Que nosotros sí que ganamos las guerras”

Ocurrió todo muy rápido. Mientras Robert cogía su arma para disparar, el viejo Yamamoto había apretado el gatillo, dejándole el grueso y caliente plomo de la bala en el cerebro. Las últimas palabras que oyó fueron:

“Muere, cabrón americano”

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Bueno, aquí tenéis un relatito que hice hace un tiempo, que era mi carta de presentación en el foro de rol de Gantz. Así moría mi primer y único personaje: Robert Johansson. Aunque no especifiqué qué hacía un americano en la Yakuza japonesa, en sucesivos relatos lo iría poniendo XD
Pero bueno. spero que os guste.

Y ya que estamos, criticas de forma soez bienvenidas. Yo no tengo problema con ello. Eso sí, justificadlo como dios manda eh? XD
Shalazar
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