Ganador del rango Cojonero Multigaláctico

Nadie se pensaba que en el apacible pais de Dreamland podia ocurrir tal desgracia. En este país todo era tranquilo, la gente caminaba a sus anchas, todos tenia voz, e incluso se permitía la perversión y el tráfico de información ilegal, siempre de forma controlada, pero se permitia.
El regente de este maravilloso país, era Ietsu, que junto a su reina Lonking, a la que todo el pueblo amaba, reinaban con sabiduría.

Tenian un hijo, el gran príncipe Corcufos, el cual estaba ya en edad de casarse, con lo que eligió a la doncella mas bella del reino, Stafyna. No a todos les pareció bién, sobretodo a la gran cortesana Shalazar, la cual ocupó toda su vida a amaestrar al príncipe en el amor solo como treta para ella ser la futura reina. Pero quitando de estos pequeños sucesos, todo iba bién, bién hasta que de repente la gran princesa Stafyna desapareció...

Todo el reino entró en crisis, y enseguida, todos pensaron que la culpable fué Shalazar, por sus celos desmesurados. Tan convencidos estaban de su culpabilidad, que la quemaron como una bruja, no sin antes violarla y degollarla, y de vuelta a violarla, para luego enterrarla a manos del verdugo y deprabado Kidoh.

Poco después del sangriento pero no por ello menos divertido asesinato de Shalazar (en realidad llegó antes, pero alguien devia divertir al pueblo ), llegó una terrible noticia del emperador del continente de Foroactivo. Sus terribles secuaces, los temibles gerreros de los Cojones Multigalácticos, temidos por todo el mundo por su curiosa forma de matar (mas rápida que con una cucharilla de café, pero no por ello menos dolorosa), habían raptado a la princesa Stafyna, utilizándola como moneda de cambio para así anexionar Dreamland en un solo país controlado por el emperador de Foroactivo. Nadie conocía a este tirano, solo sabían de el que era un repelente niñato de 14 años, pero con los cojones multigalácticos de su parte, era tremendamente poderoso.

El príncipe Corcufos, desollendo los consejos de Lonking, su querida madre, fué tras los cojones multigalácticos, pero sin mucho éxito, ya que la temible historia que se conocía sobre ellos era verdad: podían viajar en el espacio. Corcufos se vió obligado a robar la espada de su padre, la Kloga, una espada inutil de no ser porqué era mágica, e invocó a una bruja, tan poderosa y terrible, que si no fuese porque aparece una vez cada 100 años, el mundo seria un caos, llamo a la bruja Yume. Pero no antes de tener un plan, ya que sabia que no podria negociar con tal elemento a no ser que la chantageara con algo, por lo que antes llamó a un emo llorica/suicida, e invocó unascadenas, con las que ató a la bruja Yume y la obligó a escuchar a puto emo durante horas. Al fin la bruja se rindió y aceptó, pero con la condición de que después ella podria torturar al emo durante doda la eternidad.

Y así fué como Corcufos pudo llegar al palacio de foroactivo y terminó enfrente del niño repelente, pero rodeado por los temibles cojones. Corcufos, en su batalla contra los cojones, comprendió porque eran tan temibles, te mataban asfixiandote mientras te metían los cojones en la boca!!!!!!, pero como Concufos en realidad era un gay redomado, ya estaba acostubrado a este tipo trato, y en medio de un despiste, cogió su espada e invoco a Kidoh para que les torturara sexualmente, pero huyeron dejando al niño repelente a su merced. Corcufos no lo pudo matar, ya que Kidoh con las ansia ya se lo cargó a base de una violación anal continua.

Y así es como por sorpresa y en gran confusión rescataron a la princesa.

Poco después se enteraron de que los cojones multigalácticos podian viajar en el tiempo, por lo que se dejaron ganar, pero porque querian que mataran al tirano de foroactivo, ya que sabian que en el futuro se convertiria en un naci gordo y grasiento.

Fin.

El príncipe Corcufos estaba sentado en su trono real, con el brazo apoyado en el trono, y la cara apoyada entre el pulgar y el índice de la mano.

Notaba que le faltaba algo. Notaba que le faltaba una princesa. ¿QUÉ? ¿LE HABÍAN ROBADO A SU PRINCESA? Nadie le robaba al príncipe Corcufos. NADIE.
Se levantó del trono. Sentía que se habían pasado su autoridad por el forro de los cojones. Se levantó y sintió que le habían tocado las bolas a dos manos. Puso sus huevos sobre la mesa y se dirigió a por su fiel espada, Skytzardyatla.
Se abrochó las correas de la vaina de Skytzardyatla alrededor del pecho, y se colgó la espada a la espalda, con un par de huevos.
Supo quién era su rival nada mas echar en falta a la princesa. Lo supo porque llevaban manteniendo una rivalidad feroz durante años. Por eso, y porque le había dejado una nota en la ventana de la habitación de Skytzardyatla:

"No te preocupes, Corcufito, tu princesa no morirá. Al menos, no si me pagas 10.000.000$ 100.000.000$ en las siguientes 24 12 horas.

Atentamente, Myrthud, rey de los Cojones Multigalácticos.

PD: he raptado a tu princesa."

El príncipe Corcufos ordenó a su cinturón teleportador que le llevara al castillo maligno de Myrthud. Sintió una ligera sensación de vértigo, pero en menos de un segundo se plantó en medio de la sala del trono de su antiguo enemigo. Rodeado de guardias-pendientes reales, desenfundó inmediatamente a Skytzardyatla. De un barrido, Skytzardyatla expulsó un abanico de llamas que acabó llenando la sala de olor a semen quemado y de cojones multigalácticos arrugados. Myrthud, que se había escondido detrás del trono, salió ileso. Avanzó lenta y decididamente hacia Corcufos tras el ataque. Se quedó a dos metros de él, retándole con la mirada. Acto seguido, encorvó su figura. Sus pelos empezaron a erizarse. Cerró los ojos apretando con fuerza. Los escombros a su alrededor empezaron a levitar. Y de pronto, los escombros salieron despedidas con fuerza a un grito de Myrthud, cuyos pelos se volvieron rubios, y un aura azulada apareció a su alrededor. En menos de un parpadeo, apareció en la cara de Corcufos, y le dió un golpe con toda su fuerza. Corcufos voló por el salón del trono, hasta que su espalda se estrelló contra la pared que estaba detrás, formando enormes grietas y haciendo que el príncipe escupiera sangre. Por la fuerza del golpe dejó caer su espada. Pero el príncipe Corcufos estaba versado en los caminos de la Fuerza, y con un movimiento de mano, Skytzardyatla volvió a él.
Entonces, Corcufos se dispuso a hacer la técnica ultrasupersecreta que tanto había ensayado con Skytzardyatla. Puso su mano izquierda rodeando la hoja, extendió sus brazos, se concentró y gritó:


¡¡¡SOY UN TROLAAAAAAAZOOOOOOOOOOOOOO!!!
¡¡¡¡YOOOOOOO TENGOOOOOOOOOO... EL PODEEEEEEEEEEEEEEEEERRRR!!!!

Y entonces apuntó a Skytzardyatla hacia Myrthud, despidiendo un rayo violáceo que se dividió en dos y perforó ambas partes de Myrthud.

Myrthud cayó muerto en medio del salón del trono.

Entonces bajaron unas cadenas del techo, dejando caer a la princesa Starfyna al lado de Corcufos.

-Oh, Corcufos, te he echado taaaanto de menos... No quiero volver a ver cojones nunca más...
-Pues me da que vas a tener que ver al menos DOS en mi habitación si quieres volver, nena. Tú decides.

Y ambos volvieron sanos y salvos al palacio.

La luz matutina se filtró por una de las grandes ventanas del castillo. El príncipe Corcufos la apartó molesto con una mano. Su rostro serio denotaba toda la preocupación y el dolor que sentía. Princesa, su prometida, había sido raptada por el malvado monstruo conocido como Cojones Multigalácticos, un ser devorador de mundos con un fetichismo obsesivo por bellas mujeres indefensas. Corcufos había oído historias de sus raptos y sobre un mundo que mantenía con vida únicamente porque allí estaba su palacio, donde había un harem de princesas.

Pero no se quedaría así. Agarró con fuerza la espada que colgaba de su cinturón y frunció el ceño. Bajó la mano que tapaba sus ojos, se volteó y decidió que había llegado la hora. A cada paso, su armadura de placas chirriaba. Cada paso que daba, el fin de su enemigo se acercaba.

Uno de los magos de su reino le esperaba en el gran salón. Era un loco charlatán, pelirrojo y desaliñado. Agitaba las manos de manera exagerada mientras farfullaba palabras inconexas. Lentamente, de la punta de sus dedos fue extendiéndose, creando un portal que iluminaba toda la habitación.

Sus secuaces le vitorearon mientras lo atravesaba. Simplemente fue un destello de luz y aparecer en un nuevo mundo. Corcufos jamás había visto un paisaje como tal. Grandes árboles del verde más intenso se cernían sobre él, sin permitirle ver la luz del cielo. Y, aun así, allí había luz.

Comenzó a caminar sin saber rumbo, la frondosidad del bosque le impedía avanzar con facilidad, por lo que tardó horas en hacer un tramo que le podría haber llevado unos minutos. Y, tras el último espadazo, ante sus ojos, se abrió paso un claro en el que se edificaba una pequeña mansión. De paredes blancas y toscas, con grandes ventanales coloridos.

Lo rodeaba un hermoso jardín lleno de flores, con una pequeña fuente sobre la que cantaban dos bellas mujeres. Se encaminó hacia ellas. Una pequeña ardilla salió a su paso, cruzando por un camino de pizarra y el sonido de los pájaros le acompañó hasta ellas.

- Buenos días, bellas doncellas…

Ambas pararon de cantar y le miraron aterrorizadas. Una de ellas respondió en una lengua extraña. Corcufos parpadeó cansado y pasó de ellas hasta llegar a la casa. La entrada era amplia cuando sintió una presencia extraña detrás. Se volteó con brusquedad y allí estaba él, su enemigo, Cojones Multigalácticos. Expectantes.

¿Quién eres tú?

Corcufos desenfundó su espada:

- Mi nombre es Príncipe Corcufos, tú raptaste a mi prometida, prepárate para morir.

Muajajajajaja, ¡atrévete a intentarlo!

Príncipe Corcufos arremetió contra los Cojones Multigalácticos sin dudarlo, en una arremetida firme y elegante. Pero no acertó, Cojones Multigalácticos simplemente se movió ligeramente a la derecha, esquivando el golpe. Pero su contrincante no se rindió, y tras un par de arremetidas, consiguió acertar, haciéndole una profusa herida.

- Ríndete. Prometo que tu muerte será rápida e indolora.

Jamás, humano de pacotilla .

Cojones Multigalácticos giró tres veces y desapareció en un parpadeo. Príncipe Corcufos, sorprendido, miró a su alrededor. Vio que, en el piso superior, varias doncellas se agolpaban para ver el combate. Corcufos sabía que tenía que traer de vuelta a Cojones Multigalácticos, que si no lo hacía su próximo combate sería su fin… Tenía que aprovechar que ahora estaba leve.

Cogió con fuerza su espada mágica, aquella que sólo debía usar en los momentos más críticos puesto que para hacerla funcionar debía sacrificar su propia esencia vital. Se concentró e invocó el nombre de su adversario. Lentamente, su cuerpo fue materializándose frente a él, y volvió a arremeter.

Cojones Multigalácticos, entonces, usó su gran poder. A su alrededor comenzó a acumularse una gran energía violácea. Asustado, Corcufos se apresuró a asestar su golpe, que dividió a su enemigo en dos.

Mal… dición

Corcufos soltó la espada y comenzó a gritar:

- ¡Princesa, Princesa! ¿Dónde estás, Princesa?

Y de entre la multitud que miraba el combate expectante, su prometida, Princesa, descendió por las escaleras y buscó sus brazos.

- ¡Oh, mi querido Corcufos, has venido a salvarme! Pero, ahora, ¿cómo regresaremos a nuestro hogar? Él único que podía transportarse está muerto…

Corcufos miró a Cojones Multigalácticos, desangrado en el suelo. Luego, miro hacia arriba a las princesas que se agolpaban contra la barandilla (las bellas, sexys e inocentes princesas en un mundo donde él era el único hombre) y miró su espada, la cual era capaz de teletransportar personas. Y sonrió:

- Lo lamento, Princesa, no habrá manera de salir de aquí… Tendremos que aprender a vivir aquí… Y poblar el planeta con la raza humana.

Sin duda, ese Cojones Multigalácticos sabía lo que era la buena vida.