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Mensaje por Shalazar Lun Jun 07, 2010 10:19 pm

Este mensaje fue originariamente posteado por Sancho en el anterior foro de DreamLand. Puedes ver el tema original pulsando aquí.

Creo que es el que mas me gusta de mi cosecha particular

Chopin-Nocturno en Sol menor, opera 37, No1[Escuchandlo mientras leeis]

Oscura noche de invierno, calmada como una bestia al acecho, aguardando unas notas.
Recortándose contra la silueta del cielo una mansión victoriana se alza, amenazadora y fuerte.
Desafiando a la oscuridad, detrás de una gran ventana de arco gótico parpadea una tenue luz, proveniente de un hogar, que crepita en una chimenea de una gran sala, de altos techos, con sus paredes tapizadas de libros, sus suelos de roble y lino de Persia.
Sobre la alfombra un par de sillones y una mesa en la cual reposan un vaso y una botella de absenta.
Un poco mas atrás, desafiando al caótico orden propio de estas casas se halla colocado un viejo escritorio barroco, de madera de ébano, con una silla menos cómoda, que invita a crear, a componer.
Sentado en esa silla hay una figura, embozada en una bata roja de encaje.
Dicha figura es un hombre, entrado en años, pero que aun conserva en el encanto de una juventud no muy lejana en la que fue un ser hermoso.
Su perilla aun pulcramente recortada, unos afilados rasgos, una nariz perfecta y un pelo negruzco peinado hacia atrás con sumo cuidado y esmero.
Al llegar a los ojos he de detenerme, pues reflejan todo lo que la faz parece omitir, reflejan cansancio, pena, dolor, una esperanza enfermiza, una falta de ilusión, representan cambio y representan permanencia, llanto y risa, amor y odio, dicha y desdicha, si en algún momento hubiera que definir paradoja, la definiría con esos ojos y por otro tanto, si en algún momento hubiera que definir locura, reiteraría el ejemplo.
Nuestro protagonista esta escribiendo, a la luz de una pequeña vela colocada al la izquierda del papel, con un tintero un poco mas a la derecha, semivacío y deduciendo por las manchas, usado con bastante frecuencia.
Su estilográfica, rasgando el papel de una manera armoniosa y ordenada, como si estuviera ejecutando algún instrumento, es metálica y con el cuerpo de pluma de cuervo.
Mientras escribe esboza alguna sonrisa tintada de tristeza o algunas lágrimas hacen brillar sus ojos, tímidas de salir y manchar el trabajo de su progenitor.
Echando su cabeza hacia atras, rescostandose en la silla, suspira, se levanta cuidadosa y calmadamente a probar otro sorbo de su "musa verde", coge la botella y comienza a llenar el vaso sin premura ni atención, mirando despreocupadamente a la sala que le ha servido durante tantas noches como aquella de cárcel y a la vez liberación...
Cuando de repente, repara en una figura que le observa, sentada en uno de los voluminosos sillones.
El deja caer la botella que se rompe con un sonoro golpe contra el tapiz que cubre el suelo.
-Tu...
-¿Quién si no?
El rostro de el estaba marmóreamente pálido, surcado por gotas de frió sudor, con el gesto desencajado, sus manos temblaban frenéticamente, su cuerpo completamente inmóvil, como afectado por una muestra exponencial de rigor mortis. Sus ojos mostraban un brillo febril, sin apartarse de la figura que reposaba majestuosa en el sillón, ante el.
Dicha figura era una mujer, de tez pálida, vacuos y oscuros ojos sombreados por hondas ojeras. Su melena, de un marrón oscuro, caía cual cascada en bucles semilisos por sus hombros hasta la altura de sus pechos. Su faz, ovalada, que fuere envidia de perfiles griegos, sus labios, carnosos, representando una leve sonrisa.

Su cuerpo, pequeño y bien formado, enfundado en una larga falda de gasa negra con encaje que dejaba entrever levemente sus bien torneados muslos y en un corsé del mismo color, que dejaba al descubierto un níveo escote perteneciente a unos pechos turgentes.
Su cuello, suficiente para aguantar su testa, fino y delicado y de el mismo tono que toda su piel, con su fina nuez perfectamente cincelada y terminando en un mentón suficientemente pronunciado como para no ser prominente.

-¡No eres real! Llevas muerta casi cuatro años… ¡Yo mismo visitaba tu tumba cada día!-
Exclamó para afianzar el débil hilo del que pendía su cordura.
-Soy tan real como esta casa, como este sillón, como esa mesa, soy tan real como la noche, como el día, soy tan real como tu. ¿Acaso no albergabas en lo más hondo de tu corazón que nos encontráramos en la otra vida?
-¡No existe otra vida¡ Es un mero consuelo para necios y débiles ¿Por qué me atormentas?¿No es suficiente que tu imagen robe mi descanso que además ahora has de robarme mis veladas?¿Porque no te marchas y me dejas llorarte en paz?
La media sonrisa de ella se desvaneció poco a poco y ojos comenzaron a tornarse vidriosos.
Hundiendo su cabeza entre sus manos comenzó a llorar desconsoladamente.
-¿Acaso no has tenido suficiente, robándome la vida- Dijo mientras la voz se le quebraba por el llanto haciendo los vestigios de su corazón otro tanto- que ahora vienes a mi casa con falsas lagrimas y mentiras?
Ella levanto la mirada, con su pálida cara enrojecida por las lágrimas y le miró con amorosa y suplicante mirada.
-Todo el daño que te hice, lo sufrí yo, todos tus llantos salieron del pozo de mi alma, tu sangre salió de mi corazón, tu tristeza es un afluente del mar que inunda mi ser.
Yo te amaba, yo te amo y siempre te amaré.
-¿Entonces porque frecuentabas a otros hombres?¿Porque me negabas tu calor cuando yo mas lo necesitaba?¿Porque tus palabras de paz se convirtieron en semilla de desasosiego?¿Porque tu amor se transformo en ira si tanto me amabas?
-Es algo de lo que nunca tendré perdón ni disculpa, por más que intente explicarte que las circunstancias y la vida me empujaron a ello y no ha pasado ni pasará un solo día, un solo instante en el que no me arrepienta de haberte alejado de mi ser.
Ella se levantó y le cogió las temblorosas manos, poniéndolas encima de su corazón le miró suplicante:
-Vuelve conmigo, amado mío, que la muerte una lo que la vida pudo separar.
-Tan frías son tus palabras como lo son tus pútridos sentimientos y no menos gélido es tu corazón, enfundado en su glaciar estuche que es tu cuerpo- Dijo sin mirarla.
Entonces, sus ojos se encontraron y el no puedo resistirse a su hechizo, a esa mirada que tantas noches le había sacado de sus pesadillas con dulces palabras, a esos labios que le habían llevado a mil mundos de placeres y amores sin fin, a esa cara con la que había amanecido durante tantos años.
Cayó sollozante de bruces, al suelo, balbuceando incoherencias.
Ella se agachó y abrazándole le consoló como tantas otras veces había hecho.
Y entonces la ultima barrera de ira y dolor se deshizo.
-Únete a mí en la muerte amado mío y estaremos juntos por siempre, libres de la vida y sus complicaciones, libres de todo cuanto pueda adulterar nuestro amor, libres para ser uno solo... Ven conmigo- Dijo sonriendo.

El asintió con la cabeza y levantándose del suelo cogió su botella de absenta y en un vaso la mezclo con tinta.
De un trago bebió todo el contenido y cayó inconsciente al suelo.

Cuando sus últimos impulsos vitales se desvanecían pudo ver la puerta de la habitación abrirse.

Una hermosa mujer de pelirrojos bucles, y rasgos elficos, con unos almendrados ojos verdes, ataviada con un vestido blanco con vuelos entró por ella.
-Esposo la cena est…- Su voz y su corazón se pararon en súbito al ver el cuerpo que yacía en el suelo.
Ella se acerco corriendo, con la angustia reflejada en su rostro y la respiración agitada.
-¡Mi vida!¡Despierta!¡No me dejes, no te vayas!¡No se vivir sin ti!¡Despierta te lo ruego!¡¡No… - Las ultimas palabras se perdieron en un mar de llantos.

Con el corazón destrozado y las esperanzas muertas, la viuda se arrastro hacia la mesa y cogiendo un fragmento de cristal de la botella rota se cortó el cuello, sacrificando su vida por un amor que nunca existió, porque no puede florecer nada de un corazón enterrado en las estériles tierras de un pasado anegado por las lagrimas y la congoja.
Shalazar
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