EL elegido de los dioses

Paco se despertó y abrió los ojos para mirar el techo blanco de su habitación donde la alargada sombra de una mosca se agitaba inquieta, como buscando el perdido rastro de una presa.
Una luz intensa entraba por la ventana, lamiendo las paredes, intentando arrastrar el diminuto y vibrante punto negro sobre él.
Inmediatamente, Paco pensó en el príncipe Elric y giró disimuladamente su cabeza para mirar el libro de Moorcok sobre la mesilla de noche, luego volvió mirar al insecto que parecía aferrarse con pelos y trompa al techo, combatiendo contra la cegadora luz de la mañana. Paco parpadeó dos veces dejando que las ideas tomaran consistencia dentro de su cabeza.
- ¿Arioch?- preguntó a la mosca mantas de por medio, intentando que no pareciera una pregunta, nunca asustado.
La mosca zumbó hizo una pirueta sobre la gravedad del techo y volvió a posarse un poco más centrada sobre su cabeza.
Paco contuvo la respiración. Por la ventana se oían lejanos los ruidos de la ciudad y la cantinela rota de un mercader ambulante.
- Arioch.- repitió en un susurro, sacando una mano de entre las sábanas para aferrar el cercano matamoscas y depositarlo sobre su pecho, muy quieto con la mirada fija y vidriosa.
La mosca zumbó de nuevo, luchó acrobáticamente contra el peso de sus alas y salió dando saltos en el aire a través de la luz de la mañana.
Paco suspiró y saltó de la cama para cerrar rápidamente la ventana. El peligro había pasado. Estaba finalmente a salvo, sólo, en su casa.
Sonrió y, dejando el matamoscas sobre la deshecha cama, se dirigió a la cocina con la intención de prepararse el desayuno.

Mientras el café salía negro e hirviente de la cafetera se preguntó, extrañado, dónde había dejado el percutor del triángulo musical, que colgaba silencioso del pomo del armario donde la loza del día anterior esperaba ser recogida.
La cafetera silbó gorjeante, el microondas lanzó sus tres pitidos al aire y el timbre de la puerta sonó una, dos veces y una tercera que nunca llegó a oírse.
El cartero al fin le traía el esperado paquete con su último pedido por ebay. Apartó feliz la cafetera del fuego, caminó hasta la puerta con paso tranquilo, descorrió los dos cerrojos, giró la llave y abrió.
- Mierda.- Dijo al contemplar la escamosa piel verde y los saltones ojos reticulares del cartero que le tendía su deseado paquete marrón.

Paco se despertó y abrió los ojos para contemplar el techo blanco de su habitación. Un intenso olor a mar profundo entraba por la ventana y lejos se oían los ecos de una discusión en la escalera.