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Lobo Siberiano I: El Extractor del Tiempo

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Lobo Siberiano I: El Extractor del Tiempo Empty Lobo Siberiano I: El Extractor del Tiempo

Mensaje por Hwesta Lun Nov 12, 2012 5:50 am

Muy buenas ;) Como veo que a mucha gente (Zeros e Ilkan) le gustaba el prólogo de mi relato, he decido daros jalea real y subirlo todo (a ver si cabe :S) jajaja. Antes de nada, aclarar varias cuestiones: sí, es una saga de cuatro libros, los dos últimos sin escribir pero con la idea; y segundo y último, imaginaros al protagonista como Altaïr. Eso es todo, disfrutad la lectura :D

–Hemos de acabar con Ziothor cueste lo que cueste.
–Ya lo hemos intentado y el resultado es el mismo. Deberíamos cerrar toda comunicación con Mersh.
–Es una ciudad de letras. Rápidamente sacaría alguna excusa para reabrir las carreteras.
Lejos de Kalati se preparaba una conspiración para atentar contra Ziothor. La conspiración llevaba meses trazando planes para recuperar el Extractor, pero nunca encontraban el adecuado. En la cripta del antiguo rey de Ladra, Urfher, alrededor de una mesa de piedra conversaban todos los conspiradores.
–Ya hemos esperado seis mil años y sigue igual que la última vez.
–Deberíamos destruir el extractor. Toda Morgara está en su contra; no puede hacer nada ante una guerra.
–Pero, como bien ha dicho Kidersa, es una ciudad que se aferra a las leyes y a los derechos. Ziothor trataría de hacer una guerra de iguales, por no hablar de si se le ocurre llevar el extractor al campo de batalla.
–Sería como un millón de años de vida.
–Más, Juyer. Muchísimos más.
–Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas –dijo Kidersa–. Hablemos con los titanes.
–¡No! Nuestros asuntos son nuestros. De nadie más. Además, Dorgón pensará que somos unos negados cuando les pidamos ayuda.
–Plowax, qué propones –intervino Juyer.
–Sé que es arriesgado, pero creo que deberíamos mandar a un espía para que recuperase el extractor.
–¡¿Crees que no lo hemos intentado?! Todos nuestros mejores espías han muerto en el intento y, ¿para qué? Para darle más vida a Ziothor.
–Cálmate, Flogaf –ordenó Plowax–. No estoy hablando de un simple espía. Estoy hablando de un soldado.
–Eso es peor todavía –dijo Flogaf–. Los soldados de Kalati son tan fuertes y resistentes que su esperanza de vida es enorme.
–No es de Kalati, precisamente –continuó Plowax–. Es de Nahamol. Concretamente es un joven de veinte años, mestizo de hombre y elfo.
–Entonces como todos: hombre con orejas picudas. Plowax, necesitamos a alguien muy sigiloso y astuto.
–Por desgracia para ti, Juyer, este es un mestizo distinto. Nació hombre, pero se mueve, piensa y se comporta como un elfo.
–¿Qué te hace pensar que lo necesitamos? –intervino Kidersa.
–En su currículum figura que ha servido a Sarodé y Orith entre otras.
–Muchos de los espías que llevamos a buscar el Extractor participaron en batallas y misiones en ciudades más importantes.
–Si me dejas acabar, Flogaf, sabrás que participó en la defensa de la puerta blanca, en Ortih y en el desembarco de la fortaleza de Trugiol, en Sarodé.
–Y supongo que hizo de espía ¿no?
Plowax asintió con la cabeza.
–De espía y en algún momento dado de soldado. Es un excelente arquero y en una pelea cuerpo a cuerpo emplea dos espadas, por no hablar de que entiende de explosivos. También he de añadir que su especialidad es el elemento sorpresa.
La sala estalló en susurros y murmullos. Al final, fue Juyer quien habló.
–Contrataremos a ese mestizo, pero antes dime cómo se llama.
Plowax titubeó antes de decirlo.
–Su verdadero nombre no lo sé, pero en Nahamol lo conocen como Lobo Siberiano.

Encontrar a Lobo Siberiano no fue nada fácil para la ciudad de Ladra. Al ser un espía y encima un elfo, no dejaba huella tras de él. Hacía tiempo que no vivía con sus padres y estos la última noticia que tuvieron de él fue hacía unos meses, cuando estaba en Nichtda (Tierras Enanas) entrenando. Ladra mandó un escuadrón para allí, pero no hallaron a nadie. Los siguientes días de búsqueda les llevaron a más allá del Cinturón Blanco y a las tierras de los Errantes, hasta que por fin encontraron lo que buscaban en Burgorman, cerca del templo de Forgotten. Un elfo les rebeló el paradero de Lobo.
–No podréis encontrarlo si él no quiere dejarse ver.
–¿A qué te refieres, elfo?
–Me refiero a que, por el mero hecho de ser un elfo, es tan sigiloso y rápido que vuestro ojo no puede detectarlo. Seguramente cuando llegabais al lugar donde supuestamente estaba, Lobo Siberiano se iba.
–¿Y qué podemos hacer para que nos escuche?
–Tiene que ser él el que se deje ver. Pero os aconsejo ponerle una oferta que no pueda rechazar.
–De acuerdo.
Después de esto, el escuadrón se movilizó hasta llegar al sur, donde una gruesa capa de hielo cubría durante todo el año el suelo. Una vez allí, el general gritó al bosque el nombre de Lobo Siberiano.
–Por favor, sal. Te necesitamos.
–Me lleváis siguiendo desde el Cinturón Blanco. Pensé que acabaríais cansándoos de mí, pero veo que estaba equivocado.
Todo el escuadrón se volvió hacia todas partes. Entonces una sombra bajó de la rama de un árbol. Era un joven de cerca de veinte años; portaba dos espadas entrecruzadas a la espalda, vestía pantalones vaqueros, una camiseta de manga larga de color marrón, brazales y botas de cuero. El general se lo quedó mirando con curiosidad, pues tapaba su rostro entero con una capucha blanca la cual estaba unida a un chaleco también blanco que cubría todo su tronco.
–Hemos oído decir que eres el mejor espía de Cuatro Coronas.
–Solamente soy sigiloso, nada más.
–Si pudieras ayudarnos, te estaríamos eternamente agradecidos.
–¿Qué te hace pensar que os voy a ayudar?
–Evitarías una nueva guerra. Una guerra a la que seguramente perderíamos.
Lobo Siberiano guardó silencio unos segundos.
–No tengo nada pendiente por ahora, así que os ayudaré y así de paso evitaré el perder facultades.
El general sonrió.
–Gracias, muchas gracias.
–Simplemente decidme qué tengo que hacer...

–...Ziothor posee un arma muy poderosa llamada Extractor de Tiempo. Como su nombre indica, la máquina extrae el tiempo de vida de una persona y este tiempo de vida se lo queda Ziothor para así vivir más.
El escuadrón condujo a Lobo Siberiano a las catacumbas de ladra, donde Plowax le esperaba alrededor de la mesa que habían colocado.
–Pero entonces, al extraer el tiempo de vida, la persona muere, ¿no?
–Exactamente, Lobo. En Mersh, si cometes el más mínimo delito se te juzga con el Extractor. Lo que hacen, en vez de condenar a alguien a cadena perpetua o a la horca, es arrebatarle todo su tiempo de vida. Lo matan al instante, pero aprovechan su tiempo de vida para aumentar la suya.
–Entiendo. Lo que queréis es que vaya y destruya el Extractor, ¿no?
–Correcto. Lobo, en tus manos está el que vivamos en paz o el que se desate una guerra tan cruel que seamos masacrados.
–Partiré enseguida. Me infiltraré en el castillo y destruiré el Extractor antes de la mañana de dentro de tres días.
–¿Tres días? Pensé que eras rápido.
–Y lo soy. Pero de aquí a Mersh hay medio día de diferencia; necesito otro medio día para conocer a mi rival; un día para infiltrarme y espiarlo y destruir el Extractor; otro medio para descansar y medio para volver.
–No sé cómo es tu forma de actuar, pero hazlo lo mejor que puedas.
–Confía en mí.
Acto seguido se cubrió con la capucha y salió, rumbo a Mersh, ciudad de las letras de sangre.

Como había calculado, Lobo tardó medio día en llegar a Mersh. Cuando llegó preguntó directamente por el castillo del rey Ziothor, el cual se encontraba en lo alto de una colina. Lobo se quedó de piedra al verlo. Era la mayor maravilla que había viso en sus veinte años de vida. El castillo parecía una fortaleza. Estaba rodeado por una doble muralla, con torres y atalayas por todas partes. El número de soldados debería rondar el millón y las puertas estaban bien aseguradas. Aquello era todo un reto para él y más aún cuando quisiera llegar hasta el Extractor. El resto del día lo dedicó a estudiar al milímetro cada rincón del castillo con la ayuda de un mapa que le proporcionó Plowax.
A la madrugada del día siguiente se infiltró con sigilo en el castillo. Aunque solía infiltrarse por los lugares menos insospechados, el mapa le mostró una ruta secreta que daba a las mazmorras atravesando las cañerías. También solía ser elegante a la hora de actuar, pero esta era una misión especial y tenía que cumplirla costara lo que costase. Atravesó las cañerías corroídas hasta llegar a una pared medio rota por la cual se coló, llegando a parar a las mazmorras del castillo. Por desgracia, las celdas estaban a reventar de prisioneros, los cuales al verlo empezaron a rogarle que les liberara. Esto hizo que el carcelero bajara a ver qué pasaba y, con ello delatando la posición de Lobo Siberiano.
–¡Callaos! –ordenó el carcelero cuando bajó.
Los prisioneros obedecieron al instante. El carcelero escudriñó las sombras en busca del "impostor". No encontró nada, todo estaba tranquilo. Justo cuando se daba la vuelta para subir, algo le golpeó en el pecho y lo lanzó hacia atrás. Cuando se incorporó descubrió ante él a un joven encapuchado que enarbolaba dos espadas con ambas manos. Antes de que pudiera pedir auxilio a los guardas de arriba, Lobo Siberiano avanzó hacia él y le rebanó la cabeza con un ataque cruzado. Escondió el cuerpo del carcelero en un rincón, le quitó la ropa y se la puso por encima de la suya. Como el hombre estaba gordo, no hizo falta que se desprendiera de las suyas.
Subió las escaleras hasta llegar a un patio interior. Una vez allí saludó a unos soldados que custodiaban la puerta principal y les dijo que iba a buscar vino. Cuando se alejó lo suficiente, Lobo se deprendió de las prendas del carcelero, miró hacia todos lados y, una vez se hubo asegurado de que no había moros en la costa, saltó hacia el tejado y se dirigió en silencio hacia el castillo. Como se temía, las ventanas estaban cerradas pero a él no se le resistía ninguna. Una vez dentro y siguiendo el mapa que tenía memorizado bajó hasta llegar a un amplio salón. Con un ágil salto subió a las vigas de madera del techo y continuó su viaje por ellas. Anduvo sigiloso como una sombra en la oscuridad y, siguiendo su mapa mental, continuó su camino. Cuando le faltaban unos pocos metros para llegar a la sala donde se encontraba el Extractor, oyó un grito de terror y voces hablando. Cerca había una sala donde se estaba celebrando un juicio. El condenado estaba temblando de miedo pues sabía perfectamente cuál era la pena. Lobo se quedó contemplando la escena con curiosidad.
–Archwood Dalaz –dijo el juez–, has sido acusado de robar en casa del maestro hoy a altas horas de la madrugada. ¿Cómo se declara?
–I-inocente, señoría –respondió el acusado con un nudo en la garganta.
–¿Niega haber robado en casa del maestro? –prosiguió el juez.
–Sí, señoría.
–Entonces, ¿cómo puede explicar el que falten varias pertenencias del maestro?
El acusado calló. No tenía ninguna excusa para aquello, principalmente porque no sabía qué le habían robado al maestro ni que había sido de ellas.
–Me lo figuraba.
El juez siguió interrogando a Archwood hasta que intervino otro hombre, el maestro.
–Señoría, puedo confirmar que este hombre se hallaba en mi casa alrededor de las tres de la madrugada porque tengo un testigo que lo vio entrar y salir.
Lobo pudo observar que el acusado se ponía tenso. En ese momento una puerta cercana al estrado se abrió y otro hombre más joven entró.
–Tyrun, cuenta tu versión de los hechos –le ordenó el juez.
Tyrun contó con pelos y señales lo que todos esperaban oír. Cuando el juez tuvo su sentencia, Archwood se revolvió en su jaula.
–¡¡Mentira!! –exclamó sacudiendo y golpeando las rejas de la jaula–. ¡Todo esto es una actuación para justificar que soy culpable cuando en realidad todos sabéis que soy inocente y que fui arrestado para arrebatarme mi tiempo de vida y dárselo a ese tirano ambicioso!
Los guardias abrieron la puerta de la jaula y se lo llevaron a rastras de la sala. Lobo les siguió, todavía subido a las vigas de madera. Gracias a sus movimientos élficos pudo saltar sin problemas de una viga a otra aun cuando la distancia era de más de veinte metros. Cuando los soldados llegaron a una sala sin ventanas pero iluminada por una serie de antorchas colocadas en puntos estratégicos, Lobo descendió hasta el suelo de un salto sin producir el más mínimo sonido. Acto seguido se escondió tras una de las hojas de la puerta y estudió la sala desde ese escondite, buscando un lugar lo bastante cercano al Extractor y óptimo para esconderse. Al final no le quedó otra que quedarse colgando con la espalda apoyada en el techo y firmemente sujeto a las vigas.
Mientras los guardias intentaban introducir a Archwood en una especie de cápsula de cristal, tres hombres aparecieron en la sala, cerrando a continuación la puerta tras de sí. Uno de ellos, reconoció Lobo, era Ziothor. Vestía como un monarca y tenía sobre la cabeza una corona de oro con incrustaciones. A su lado estaba su consejero, dedujo el espía, y el otro hombre debía de ser el general del ejército por la forma de vestir y la cara.
«Menudo animal» pensó Lobo al verle.
–¿Está todo preparado, Huniors? –preguntó Ziothor a su consejero.
–En breve, majestad.
Los soldados tenían serios problemas para encerrar a Archwood, el cual se zafaba como podía de ellos. Seguramente era experto en algún arte marcial pues empleaba fintas y patadas propias del karate. Lobo aprovechó la situación para fijar la mirada en el Extractor. No era muy complejo de manejar y, gracias a su aguda vista, en cuestión de segundos entendió a la perfección el funcionamiento del artefacto. La atención de los demás presentes estaba fija en Archwood. Lobo aprovechó el momento para lanzar una astilla de la viga lo suficientemente gruesa como para obstruir la palanca que activaba el Extractor. La astilla se coló sin problemas en el resquicio de la palanca. Lobo sonrió para sí tras su pañuelo de color azul marino. En ese momento, el general apartaba a los guardias y le descargaba una fuerte cabezada a Archwood, que cayó inconsciente dentro de la cápsula, la cual fue cerrada por los guardias inmediatamente. Acto seguido ponía en funcionamiento la máquina el consejero. Accionó la palanca, pero no en su totalidad. Lobo contempló como Archwood iba envejeciendo rápidamente y pensó que tal vez había fallado. En un recipiente un poco más pequeño caían, con la misma velocidad que Archwood envejecía, diversos granos de arena que simbolizaban el tiempo de vida del hombre. En un momento dado, la máquina se averió. El consejero pulsó botones e intentó bajar aún más la palanca, pero le era imposible.
–¿Qué ocurre, Huniors? –preguntó Ziothor, molesto.
–No lo sé, majestad.
El general se acercó y tiró con todas sus fuerzas de la palanca. Lobo se temía lo peor.
«Ese animal va a crear un cortocircuito» pensó asustado.
Calculó el momento exacto y, cuando tuvo lugar la explosión, soltó los pies y, agarrándose con las manos a la otra viga a la que estaba sujeto se impulsó lo suficiente como para efectuar un salto mortal hacia atrás y caer sin problemas sobre el suelo. La habitación se llenó de humo y nadie pudo ver cómo descendía al suelo y se escondía tras una hoja de la puerta.
–Rápido, llamad al mecánico –ordenó el general.
Con dificultad, los soldados salieron al pasillo y corrieron a avisar al mecánico para que arreglara el Extractor. En la sala, poco a poco, iba desapareciendo el humo.
–Nunca nos ha pasado nada parecido.
–Una astilla, mi señor.
Ziothor y el consejero se acercaron al general.
–¡¿Una astilla?! –exclamó Ziothor furioso; agarró la astilla y la contempló a tras luz–. Es imposible.
–Seguramente Kalati haya enviado a alguien a destruir el Extractor.
–¿Con una astilla? Huniors, no me hagas reír –dijo el general.
–Pues si el propósito de ese espía era destruir el Extractor con una astilla, el plan no le ha salido como esperaba.
–¿Y si quería el Extractor entero? –preguntó el consejero.
Ziothor se volvió hacia el general.
–Moviliza a todos tus hombres. Cierra las puertas, ese intruso no debe salir del castillo.
–Como ordenéis, mi señor.
El general salió de la habitación a paso ligero. Ziothor miró largamente a Huniors.
–Y en cuanto a ti...
El rey desenvainó un puñal de su cinto y lo alzó amenazadoramente sobre Huniors, que se había protegido con los brazos.
–Nunca más me darás problemas de este tipo.
–Piedad, señor.
Lobo salió de su escondite rápido como el pensamiento y se colocó detrás del rey. Rodeó su cuello con un brazo mientras que con el otro agarraba su brazo y lo hacía retroceder. Aplicándole una llave en el cuello, Lobo consiguió que el rey cayese desmayado sobre el suelo. Huniors se atrevió a mirar. Delante de él estaba el espía y, a sus pies, el cuerpo del rey. Lobo le hizo señales para que callara.
–Ayúdame a acabar con esto y te perdonaré la vida, consejero.
El consejero asintió. Lobo le dio instrucciones de que cerrara la puerta firmemente mientras él sacaba a Archwood de la cápsula e introducía a Ziothor en su lugar. Rápidamente, Lobo accionó una última vez el Extractor de Tiempo. Cuando hubo acabado se reunió con el consejero.
–¿Cuánto tardará en matar a Ziothor?
–Con personas normales no suele tardar más de dos minutos pero, en su caso, con todo el tiempo que ha arrebatado no me extrañaría que rondara la media hora o más.
Lobo se maldijo. En media hora podía venir todo el ejército del castillo.
«Piensa, Lobo, piensa» se dijo.
En ese momento se oyeron pasos y voces procedentes del pasillo. La puerta tembló cuando la manaza del general golpeó la puerta.
–¡Abrid inmediatamente! –exclamó.
Huniors se volvió hacia Lobo, el cual le negó con la cabeza.
–¿Conoces algún pasadizo secreto que desconozca?
–No hay ninguno, estamos atrapados.
Lobo intentó hacer memoria. La habitación contigua a la del Extractor era la Sala de Armas.
–Tengo un plan –le dijo al consejero.

La puerta se abrió lentamente. Huniors salió a reunirse con el general quien iba acompañado por el mecánico y un pequeño destacamento.
–¿Qué ocurre? –le preguntó, serio.
–Buenas noticias, la máquina vuelve a funcionar –anunció Huniors sonriendo–. Su majestad me ha pedido que salga a decírtelo. No tardará mucho en salir...
El general lo miró, dudoso.
–¿Por qué no quiere que entremos?
–Pregúntaselo tú, cuando salga.
El general no añadió nada más. Dentro, Archwood se había despertado hacía rato y había ayudado a Lobo a colocar el Extractor cerca de la pared que daba a la Sala de Armas.
–Si no me equivoco, la Sala de Armas dispone de una puerta que se abre a un enorme pasillo, el cual desemboca en las cocinas y donde hay una puerta que da al exterior.
–Un poco largo para escapar, ¿no crees?
–Tú y el consejero escaparéis por ese camino. Yo me quedaré a distraerlos y escaparé por otro lugar. Corred con todas vuestras fuerzas hasta la ciudad. Una vez allí decidles que el rey ha muerto y que el Extractor ha sido destruido.
–¿Cómo pretendes hacerlo?
–Con esto.
Lobo sacó un cartucho de dinamita casero. Miró preocupado hacia Ziothor. Aún se mantenía joven.
–No hay tiempo. Cuando te lo ordene, abre esa hoja de la puerta y escóndete.
–¿Y tú?
–No te preocupes por mí.
Lobo encendió el cartucho de dinamita y lo puso debajo del Extractor.
–¡Ahora!
Archwood abrió la hoja de la puerta que le había mandado. Lobo se reunió con él poco después. Segundos más tarde Ziothor se despertaba para morir.

–La puerta se ha abierto.
Todos se volvieron hacia la sala.
–Vamos –ordenó el general.
Justo cuando iba a entrar se produjo una fortísima explosión que inundó toda la sala y el pasillo de humo. Huniors sintió cómo una mano aferraba su brazo y tiraba de él hacia el interior de la sala.

Tal y como había predicho Lobo, la explosión abrió un boquete lo suficientemente grande como para escapar. Los tres salieron de allí y, siguiendo el mapa de Lobo, llegaron hasta el pasillo.
–Continuad hasta las cocinas y huid. Yo escaparé por otro camino para daros tiempo.
Huniors y Archwood corrieron por el pasillo mientras Lobo abría una ventana cercana y salía al exterior. Afuera estaba atardeciendo con lo cual podía aprovechar la oscuridad de la noche para huir. Miró a su alrededor buscando una salida. Más allá estaba la muralla interior con un gran revuelo.
«Seguramente sabrán que estoy aquí. Por suerte no me han visto»
Al no haber ningún alfeizar al que agarrarse, Lobo tuvo que escalar. La pared era completamente lisa mas no tuvo inconveniente alguno en trepar por ella. Un poco más arriba había un balcón que miraba hacia la zona oeste, donde estaba la puerta. Para sorpresa de Lobo, el balcón estaba hasta arriba de soldados formando un círculo entorno al general. El espía reaccionó a tiempo y se quedó colgando de la balaustrada mientras oía la charla.
–No dejéis salir a nadie ya sea cocinero, mayordomo o cualquier criado del castillo. El intruso tiene que morir. ¡Movilizaos!
Un grupo de soldados, los de infantería, abandonaron el balcón a paso ligero mientras el general terminaba de dar instrucciones a los arqueros.
–Disparad a matar. Si veis a algún sospechoso que intenta salir o entrar, matadlo.
–Y si es sirviente de este castillo.
–¡A cualquiera que intente entrar o salir! ¿Queda claro? ¡Moveos!
Los arqueros salieron del balcón dejando "solo" al general. Lobo se lo quedó mirando un rato. El general le dio la espalda y se apoyó sobre la balaustrada. Lobo subió sigilosamente al balcón. El general le impedía salir como había planeado, pero podía seguir subiendo hasta llegar a una torre y fabricarse con la bandera un planeador o ala delta. Se acercó a la puerta lentamente, sin dejar de mirar al general. Justo cuando estaba a punto de empezar a subir, la puerta se abrió. El general se volvió pero solo vio a un soldado exhausto ya que Lobo se había escondido tras la puerta con el corazón latiendo violentamente.
–General, con permiso. Los otros dos que escaparon, Huniors y el acusado, han alertado a toda la ciudad de que el rey ha muerto y vienen hacia aquí para tomar el castillo.
–Flanquead las puertas. Evitad a toda costa que entren.
Cuando el soldado se dio la vuelta para cumplir órdenes, el tiempo se detuvo para Lobo ya que el soldado había cerrado la puerta tras de sí. El general le miró durante un largo rato. Lobo ni se movía del miedo, hasta que el general habló.
–¿Eres tú el desgraciado que ha conseguido acabar con nuestro reinado?
–Lobo Siberiano –se presentó el espía–, para servirle.
El general desenvainó su espada y arremetió contra él. Lobo se agachó a tiempo y le golpeó en el estómago. Acto seguido se colocó detrás del general y, aprovechando que se había doblado de dolor, saltó sobre su espalda para impulsarse y continuar su escalada por el muro hasta llegar a la torre. El general no perdió tiempo y subió por las escaleras para reunirse con él.

Aunque Lobo era muy rápido, el general conocía mejor las instalaciones del castillo y no tardó en darle alcance. Cuando volvieron a encontrarse, el espía había empezado a construir su ala delta con la bandera. Tuvo que dejar el trabajo a medio hacer pues el general se lanzó sobre él. Lobo interpuso una de sus espadas entre ambos y, con la restante, le propinó un corte en la pierna izquierda, que fue repelido a tiempo. Lobo fue empujado hacia atrás debido a una fuerte patada en el pecho. El general atacó nuevamente pero Lobo se hizo a un lado y lo desarmó. Por desgracia el también había perdido una espada, la cual fue a parar a manos del general. Ambos se enzarzaron en una pelea de espadas en la que el general tenía todas las de ganar. Con un giro, desarmó a Lobo y colocó la espada en su pecho, cerca del corazón
–¿Últimas palabras?
Lobo, que había alzado las manos en señal de rendición, levantó su mano derecha y la acercó a su pañuelo para dejarse ver. El general se le quedó mirado, ensimismado.
«Voy a verle la cara» pensó el general.
Lobo aprovechó que el general no estaba alerta para soltarle en la cara arena, cegándolo. El general gritó con furia y golpeó con la espada el aire para intentar acertarle. Lobo detuvo sus estocadas hasta situarse detrás de él. El general siguió avanzando hasta que llegó al límite de la torre, precipitándose al vacío.
«Nunca miran a sus espaldas. El mismo error de siempre» pensó el espía decepcionado.
Más allá, los soldados luchaban contra la gente que se había levantado en armas. No perdió tiempo, pero el ala delta estaba destrozada por culpa de las estocadas que el general le había propinado a ciegas. Lobo sacó una soga y la lanzó hacia la muralla interior. Repitió esta acción con la siguiente hasta que consiguió salir del castillo.
–Misión cumplida –dijo para sí.

–Enhorabuena, muchacho. El pueblo de Mersh te está eternamente agradecido.
De nuevo en las catacumbas de Ladra, Lobo hablaba con Plowax.
–No hay de qué, pero todo el tiempo de Ziothor se perdió.
–Da igual. Todos tenemos un tiempo de vida. Es mejor vivir nuestras propias vidas que arrebatar otras ajenas para nada.
–Para continuar una tiranía.
–¿Qué piensas hacer ahora, Ruruk?
Lobo rió al oír su nombre.
–No sé, quizá volver a casa. Algo me dice que la muerte de Ziothor es peor que cuando estaba vivo.



FIN

Ahhh... Todos los derechos están reservados. Nada de plagios (muerte) (muerte) (muerte) (muerte). Con abogado y todo (mwahaha)


Última edición por Hwesta el Lun Nov 19, 2012 3:29 am, editado 1 vez
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Lobo Siberiano I: El Extractor del Tiempo Empty Re: Lobo Siberiano I: El Extractor del Tiempo

Mensaje por Alais Jue Nov 15, 2012 6:14 am

Bueno, bueno, tu imaginación es inversamente proporcional a tu tamaño, Hwesta ;)
Faltaría un repasillo a cosas como lo que para mí es un "fragmento inocente", o sea, algo que no te acabas de creer: "Seguramente cuando llegabais al lugar donde supuestamente estaba, Lobo Siberiano se iba." Es decir, cómo sabían que Lobo se había ido de ese sitio, si tanto conocían sus movimientos, hubiesen dado con él. No sé si me explico.. ^^U
Pero lo dicho, con un repaso a estilo o alguna cosa más de la historia, puede convertirse en algo grande. No dejes de escribir, porque, si con 16 años escribías así, cómo escribirás dentro de 10... :)

Pd: Me ha encantado que le llames Lobo Siberiano, *_*
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Lobo Siberiano I: El Extractor del Tiempo Empty Re: Lobo Siberiano I: El Extractor del Tiempo

Mensaje por Hwesta Vie Nov 16, 2012 2:38 am

Jejeje gracias Alais. Por eso he recalcado lo de que lo escribí con 16 años; ahora ya no escribo así ;). Una manía que tengo es que NUNCA retoco algo escrito, empiezo de cero. Y Lobo no es una excepción. Escribía más con el subconsciente que con el consciente. Puff, si crees que esto es imaginativo, espera a ver mi Magna Obra.
P.D: Lanxys, no toques los cojones que te veo venir.
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Lobo Siberiano I: El Extractor del Tiempo Empty Re: Lobo Siberiano I: El Extractor del Tiempo

Mensaje por Lanxys Vie Nov 16, 2012 11:34 am

Vale. vale... no toco nada. XD
Leído está.
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Lobo Siberiano I: El Extractor del Tiempo Empty Re: Lobo Siberiano I: El Extractor del Tiempo

Mensaje por Hwesta Vie Nov 16, 2012 11:08 pm

Me refería a lo de Magna Obra. El resto comenta, dime, fustígame :P
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Lobo Siberiano I: El Extractor del Tiempo Empty Re: Lobo Siberiano I: El Extractor del Tiempo

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